
Ella dormía. Soñaba con nuestros encuentros imaginarios sobre los anillos de Saturno, con colores ajenos al arco iris. Un águila dorada conducía la alfombra mágica sobre la cual volaba el cuerpo de Isabel,
cuanta luz despliega este concierto de soles; ella
pensaba en silencio.
Aterrizó sobre un pétalo de margarita, dibujado entre el pasto. ¡Alguien me observa!, gritó sorprendida, recién después abrió los ojos para comprobar... sí, claro. Yo siempre te observo, desde que nací
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